Fundación Unicaja patrocina la nueva exposición del Museo Picasso Málaga ‘Picasso Memoria y Deseo’, una muestra que, a partir del óleo ‘Estudio con cabeza de yeso’ que Pablo Picasso realizó en 1925, explora la compleja relación entre las imágenes y las derivas del sujeto moderno a través de la obra de Picasso y sus contemporáneos. El recorrido expositivo reúne más de cien obras de figuras clave del arte del siglo XX como Giorgio de Chirico, Fernand Léger, Jean Cocteau, Man Ray o René Magritte, además de recoger la interpretación que Salvador Dalí y Federico García Lorca hicieron de la citada obra de Picasso.
En el acto de presentación han participado la directora de División de Actividades, Comunicación e Imagen de la Fundación Unicaja, Cristina Rico; la viceconsejera de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, María Esperanza O’Neill; el director artístico del Museo Picasso Málaga, Miguel López-Remiro y el comisario de la exposición, Eugenio Carmona.
La muestra, comisariada por el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Málaga Eugenio Carmona y patrocinada por la Fundación Unicaja, despliega un revelador diálogo entre la memoria y el deseo, el tiempo histórico y la modernidad, y sobre el modo en que la subjetividad transforma los símbolos de la cultura.
La exposición se erige también como un proyecto de investigación con la que explorar la relación entre las imágenes, el devenir del sujeto moderno y la vivencia de tiempos históricos diversos en un mismo presente cultural. En sinergia con la atmósfera surrealista, la obra muestra que una época no es un universo mental fijo sino una articulación compleja de referentes culturales, experiencias vitales acumuladas y expectativas de acción para el futuro.

FIGURAS CLAVE DEL ARTE DEL SIGLO XX
La resignificación del busto antiguo de yeso, el juego ideogramático de los rostros desdoblados y la sensación de extrañamiento de las sombras no fueron elementos privativos del arte de Picasso. Giorgio de Chirico había anticipado el uso de algunos de estos recursos, y aún los mantenía en su pintura en la década de 1920. Las figuras de De Chirico son inertes y niegan la visión hacia el exterior. Las de Picasso estallan en su vida interior y enfatizan la pulsión de la mirada. De Chirico plantea una paradoja, Picasso muestra un conflicto. Y a los nombres de De Chirico y Picasso hay que añadir, desde 1924, el de Fernand Léger, quien introdujo el busto de yeso y el perfil en sombras al mismo tiempo que aparecieron en las obras de Picasso.
Estudio con cabeza de yeso se reprodujo en varias revistas de la época y suscitó rápidamente el interés de numerosos creadores contemporáneos, aunque en todos los implicados latía con fuerza la dialéctica entre memoria y deseo. Así, Salvador Dalí, se apropió en 1926 de los iconos picassianos y les dio un nuevo sentido relacionando el busto con la iconografía cristiana de la decapitación y lo utilizó, en los inicios de su método paranoico-crítico, para formalizar su autorretrato y situar las claves de su psicomaquia. Los “rostros desdoblados” expresaron en su obra las tensiones en torno a la identidad del arte moderno, en diálogo y controversia juvenil con Federico García Lorca. A su vez, García Lorca compartió con Dalí el referente del busto, la sombra y el desdoblamiento del rostro como signos de los conflictos del yo amoroso. La lectura que ambos hicieron de Picasso constituye uno de los núcleos sobre los que se articula el proyecto expositivo.
Jean Cocteau, en su constante interacción con Picasso, convirtió el busto y los rostros desdoblados en parte de su reflexión sobre la pervivencia contemporánea del mito de Orfeo. Orfeo aparece aquí como metáfora del vínculo entre amor, muerte y creación, y al mismo tiempo como un modelo de autorrepresentación. Man Ray manipuló la efigie de Venus para cuestionar las relaciones entre erotismo y cultura, y desplazó la semiología del busto hacia la petrificación atemporal de su propia imagen. Desde este lugar, su trabajo se abre a un campo de interrogantes sobre el yo, la memoria y el deseo. Carl Van Vechten, influido por Picasso y Cocteau, trasladó estos motivos al contexto del Harlem Renaissance y de la vague nègre, fotografiando entre otros al modelo senegalés François “Féral” Benga.

Felice Casorati y Jean Metzinger situaron el busto en escenarios domésticos tratados como espacios artísticos, mientras que René Magritte, retomando las propuestas de Picasso y Cocteau, lo convirtió en un motivo recurrente desde 1925 hasta su serie La Mémoire. El busto, en su obra, se asocia con lo femenino, con la memoria y con el trauma, portando heridas arbitrarias que revelan la paradoja de la fragilidad y la permanencia.
En el ámbito de la fotografía, Walker Evans y André Kertész hicieron de su propia sombra un icono. Brassaï, Dora Maar y de nuevo Kertész, al experimentar la calle como un espacio onírico y al trabajar con maniquíes comerciales femeninos como esculturas involuntarias, replicaron y resignificaron el busto clásico, desdibujando la frontera entre lo cotidiano y lo artístico y señalando la alienación de los códigos de género. Brassaï y Dora Maar, además, documentaron el taller de esculturas de Picasso en Boisgeloup como una transfiguración moderna de las salas académicas de yeso.
Las cuestiones de género se amplían con Eileen Agar y Claude Cahun. Agar, en diálogo con la naturaleza y con un busto clásico de figura masculina contemporánea, invirtió los roles asignados a las mujeres en el surrealismo, transformándolas en agentes activas de la mirada. Cahun, junto a Marcel Moore, realizó un “doble busto” que se ha convertido en un referente pionero del arte transgénero, en una reflexión radical sobre la identidad.
Finalmente, Juan Gris, como Picasso, incorporó el busto antiguo en bodegones que funcionaban como homenajes a las artes, introduciendo las formas blandas que más tarde retomaría Dalí. Y, en el contexto español, José Moreno Villa, Gregorio Prieto, Joaquín Peinado, Benjamín Palencia y Enrique Climent —figuras del Arte Nuevo— entendieron la cita al arte antiguo no como anacronismo ni rendición, sino como un diálogo vivo entre los estratos del tiempo.
LA OBRA MAESTRA DESCONOCIDA
En 1924 durante unas vacaciones en Juan-les-Pins, Picasso realiza los dibujos conocidos como las “constelaciones” en donde puntos de tinta conectados por finas líneas forman guitarras y mandolinas. En 1931, parte de estos dibujos serán trasladados a madera por Georges Aubert y publicados por Ambroise Vollard y Blaise Cendrars, ilustrando el célebre relato de Honoré de Balzac, La obra maestra desconocida (1831). La publicación incluye además otros dibujos de Picasso ejecutados entre 1927 y 1931, y unos aguafuertes sobre el tema el artista y su modelo.
Con este motivo, la exposición presenta una instalación en la que la voz en off del barítono malagueño Carlos Álvarez narra en varios idiomas fragmentos de esta obra mientras el visitante transita por un pasillo en donde se pueden ver las “constelaciones” del Cuadernos 30, y los dibujos de cabezas dobles y rostros del cuaderno 31 que sirvió para ilustrar la edición de este relato.
La muestra, que cuenta con el patrocinio de la Fundación Unicaja, puede visitarse en el Museo Picasso Málaga desde el 14 de noviembre de 2025 hasta el 12 de abril de 2026.






























































