SALA 02
Bodegón con vela y manzanas; 1950
Óleo sobre tela, 46×61 cm.

Peinado vuelve a componer el bodegón con alta densidad de objetos articulados en varios platos. La tonalidad baja de colores terrosos y pardos, con un fondo oscuro, se ira aclarando progresivamente.
Retrato de Carmen Portes Gil; 1954
Óleo sobre lienzo, 111,4 x 89,1 cm.
Donación Dña. Carmen Portes Gil, México D. F.

Paisaje urbano; 1955
Óleo sobre tela, 114×146,5 cm.

Esta tela de grandes dimensiones, realizada a partir de la estancia del pintor en la capital azteca en 1954, destaca por el aspecto geometrizante con el que son tratados los volúmenes de la fisionomía urbana, y la luz reflejada en ella, maximizada a su vez por el sobrio colorido de la paleta. En esta obra observamos como lo representado adquiere formas cubizantes, llevadas a su esencia, como ocurre con la vegetación. En este aspecto encontramos el débito al Cubismo.
Muelle de Sta. Catalina en Honfleur; 1959
Óleo sobre tela, 73,5×92,5 cm.

Honfleur, una pequeña localidad portuaria situada en el departamento francés de Calvados (Normandía) inmortalizada por pintores como Monet, Seurat, Jongking o Marquet, se convirtió, a partir de 1953, en lugar de promisión para la pintura de Joaquín Peinado; protagonista de paisajes en los que representó, en repetidas ocasiones, su puerto, su singular iglesia o el pintoresco muelle de Santa Catalina (protagonista del lienzo que ahora referenciamos). Óleos, acuarelas y dibujos que, sirviéndose de los juegos formales y plásticos proporcionados por tejados, torres, ventanas, puertas, barcos, mástiles, la superficie del agua o la sutil presencia de un árbol, ejemplifican, como pocos, esa sutil comunicación entre esqueletos geométricos y pieles plásticas- sensoriales y sensitivas – que fue la pintura madura de Joaquín Peinado; delicada fusión de arquitectura y naturaleza, norma y pasión, forma y poesía. Tapiz de geometrías y colores que, convertidos en una visión, “aparentemente figurativa”, de éste muelle francés, no es más que una articulación, “abstracta y lirica”, de sólidas formas sutiles y delicados campos de color.
Faro de Honfleur; 1959
Óleo sobre tela, 54×65 cm.

El pueblo de Honfleur fue ampliamente representado por Peinado. En esta ocasión, las edificaciones y el faro muestran un ejercicio de la práctica cubista: se conforman en claros volúmenes gracias a un dibujo firme que escapa de anécdotas y a las tintas planas que ocupan cada espacio. El cielo, mediante veladuras y un juego de mayor pictoricismo, donde el colorido es cambiante, logra sensación de tempestad, a lo que ayudan las líneas curvas que configuran diferentes campos de color en la superficie del mar.
Retrato de dama sentada; 1961
Óleo sobre tela, 130,5×97 cm.

Sobrio y elegante, Retrato de dama sentada nos muestra, de un modo admirable, la enorme capacidad lírica latente en la pintura madura de Peinado. Notas de profundo calado poético-plástico que, en clara pugna con las estructuras constructivas que componen la figura a base de fuertes trazos dibujísticos y planos de color homogéneos, armonizan el conjunto final mediante fondos cromáticos que, en esta ocasión, recurren a planos grisáceos y crudos muy matizados sujetos, mediante escuetas líneas, a criterios geométricos. Una poética madura que, en este retrato, incide, de manera especial, en la armonía de gamas semejantes de color aplicadas sobre el lienzo con la levedad matérica y textural de la acuarela; rica en veladuras, superposición de planos y gradaciones de gran sutileza.
Las flores que no planté; 1962
Óleo sobre tela, 116,5×89 cm.

En esta obra el dibujo es definitorio. El color, tremendamente arbitrario, pigmenta fragmentos de la obra para que rememore la coloración propia de la escena. En algunas zonas de la superficie la vegetación queda en blanco mientras que en otras toma su color. En otras el fondo adquiere el mismo color que tallos y flores. En definitiva el color como accesorio, pero accesorio definidor de la manera de Peinado.
Villa francesa (Cogners); 1962
Óleo sobre tela, 62,5×81,5 cm.

Ligados a concepciones novoclasicistas del cubismo como las realizadas por Roger de la Fresnaye hacia 1909-1913 (denominadas por determinados estudiosos como “cubismo cristalino”) o pintores de la jeune peinture de tradition française como Gabriel Robin, los paisajes realizados por Joaquín Peinado en los 50 y 60, se expresan, como Pueblo francés, a través de constructos, más o menos cubistas, que cohabitan con una vegetación simplificada y esencializada según criterios geométricos. Cubos y geometrías bien definidas donde el color, más libre y expresivo – aplicado a este lienzo mediante una pincelada ágil y vibrátil cuyas tonalidades, sutiles y luminosas, provienen ya de la paleta francesa utilizada por Cézanne -, no se ve limitado por la línea del dibujo; valorando, de esa manera, la espacialidad del paisaje a través de sus gradaciones. Un color leve y diluido que se expresa, con delicadeza, en pinceladas armónicas y compensadas que dan ritmo a la escena; dejando que la imprimación del lienzo hable por sí misma como un color más e introduciendo sonoras cargas de lirismo en la composición.
Desnudo acostado; 1968
Óleo sobre tela, 89×116,5 cm.

Este desnudo femenino viene asomándose a la obra de Peinado desde 1948. Veinte años después, y tras haber experimentado este Desnudo acostado en técnicas tan diversas como la tinta aguada y la encáustica, se decide a plasmarlo en una tela de grandes dimensiones. En todas estas versiones el artista ha mantenido un mismo diseño compositivo. Basándose en el contraste de color y en un dibujo de trazos marcados, crea una figura de herencia cubista, como se puede apreciar en la bifurcación del rostro y en la facetación y descomposición del cuerpo en varios campos.
Bodegón con cafetera y granadas; 1970
Óleo sobre tela, 60×91 cm.

Este bodegón supone un ejercicio extraño en este momento. Extraño por deslindarse de la pauta que viene marcando desde los años 50. Pero a la par que extraño es conocido, es memorado. El dibujo y la factura de la fruta y el frutero quieren tender un lazo a experiencias previas, previas incluso a la década de los 40. Por otro lado, la intensidad de los colores, el blanco esmaltado de la jarra y el fondo celeste hacen de ella una magnífica muestra de los ilimitados modos de pintar y recursos de Peinado.
Playa de Normandía; 1974
Óleo sobre tela, 74×92 cm.

La temática de paisajes marítimos será recurrente en la última década de la vida de Peinado. Existe un considerable número de obras dedicadas a este tema, donde todas destacan por su lirismo. No encontraremos un mar embravecido, batiéndose contra las olas, sino más bien un mar en calma, como su persona, serena y ponderada. El lirismo viene promovido por el fino uso del color, sin empastes, que colorea con calidades acuareladas. La luz reflejada en el paisaje y las continuas líneas horizontales dotan a la vista de una calma inusitada.
Visitas guiadas a la colección permamente
Las visitas, llevadas a cabo por personal especializado del museo, se realizarán previa cita una vez conformados grupos de más de 10 personas.
Solicitar plazas en el teléfono 952 87 15 85.
El precio de la visita guiada, no incluido en el de acceso al museo, es de 1€ adicional por persona.