La profesora y escritora sevillana Rocío Rojas-Marcos Albert se ha alzado con la 28ª edición del Premio de Poesía ‘Manuel Alcántara’, que un año más cuenta con el patrocinio de la Fundación Unicaja. Su poema ‘Anoche soñé que regresaba a Manderley’ ha sido elegido como el mejor de entre los más de mil presentados este año.
El fallo se ha dado a conocer hoy en un acto en el que ha participado el responsable de Publicaciones y Pemios de la Fundación Unicaja, Francisco Cañadas. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; la concejala de Cultura, Noelia Losada; el presidente de la Fundación Alcántara, Antonio Pedraza; y el presidente del jurado, Álvaro García, también han estado presentes en el acto en el que se ha hecho público el nombre de la ganadora.
El jurado ha estado presidido por Álvaro García e integrado por José Infante, Rafael Muñoz, Rosa Romojaro y María José Jiménez Tomé, como vocales. Han elegido el poema ganador entre más de un millar de obras presentadas procedentes de diferentes lugares de habla hispana, fundamentalmente. “La principal cualidad de ‘Anoche soñé que regresaba a Manderley’ está en el lenguaje, entendido como una construcción llena de contrapunto. Inserta vida íntima y vida colectiva. A la vez, es el poema más moderno y vivo de los presentados al concurso”. Estas son las consideraciones del jurado reflejadas en el acta.
El Premio de Poesía ‘Manuel Alcántara’ es uno de los de mayor cuantía de estas características en España. Está organizado por el Ayuntamiento de Málaga, con el patrocinio de la Fundación Unicaja y la colaboración de la Fundación Manuel Alcántara. Su dotación es de 6.000 euros para un único poema. Además, la persona galardonada recibe una escultura original de Jaime Pimentel.
Rocío Rojas-Marcos (Sevilla, 1979) es Doctora en Literatura y Estética en la Sociedad de la Información (Universidad de Sevilla, 2017), Máster en Escritura Creativa y Licenciada en Estudios Árabes e Islámicos (2003). Entre sus publicaciones destacan: Tánger ciudad internacional (Almed, 2009), Sanz de Soto y Buñuel. La tercera España transfretana (Khbar Bladna, 2012) y Carmen Laforet en Tánger (Khbar Bladna, 2015). Su producción intelectual se compagina con la participación en los proyectos de ciudades intermedias en la Fundación Andaluza Gordion, así como con la poesía. Próximamente verá la luz su primer poemario Habitada por palabras (Lápices de Luna).
Poema ganador de la 28ª edición
ANOCHE SOÑÉ QUE REGRESABA A MANDERLEY
Seudónimo, Daphne
Esta mañana me manché de grasa las manos.
Iba a dar un paseo, se salió
la cadena de la bicicleta.
Hoy he puesto la cadena de una bicicleta
por primera vez. Y luego he pedaleado,
he sonreído, me daba el aire en la cara,
y he seguido pedaleando.
Normalmente, hubiese ido pensando cosas como:
Los radios de la bicicleta dejan de girar
si les metes un palo ¿lo sabías? Y te caes de boca
en la rueda de delante, ¿lo sabías?
Pero esta mañana no. He puesto la cadena
me he limpiado las manos con un pañuelo que llevaba
en el bolso y he sonreído.
Hoy es sábado, ha amanecido
fresco, dulce, azul. Hoy es un sábado más
de un año que avanza a zancadas. Hago la lista de una compra
que no haré hoy porque hoy es un sábado más de una semana más
de un mes que se está yendo sin darme cuenta y solo quiero sentarme
a recordar la cadena de la bicicleta y dejar que pase
Not ideas but things.
Vuelvo a casa en una pringosa inconsciencia
el aire
de maicena de la habitación
me espesa la sangre
tal vez, solo tal vez,
me inyecta la soledad que había olvidado
Tal vez, aunque solo sea
tal vez
me estoy asfixiando en mi mundo
este.
Y me acuerdo de la cadena de la bicicleta
Time is how to note it down
y de esta mañana, cuando
he anotado ese tiempo raquítico que ya es mío,
he contado cada segundo,
cada décima empleada
en esta nueva manera de mirar a mi alrededor,
de no perdonarle la vida a nadie. O tal vez es todo lo contrario
y ahora ya solo importa tomar nota del tiempo, apuntarlo bien y estar segura de no
desperdiciarlo.
Atiendo
al zumbido de las tuberías
de esta casa vieja. Me recuerda
dónde estoy:
rodeada de silencio. Ahora
que estoy sola, ahora
que no hay palabras flotando en el ambiente,
las tuberías
me marcan el ritmo, me anudan a mi realidad,
me recuerdan que sigo aquí.
He aprendido a reconocer a tientas
la luz rutilante del fondo
de mi corazón. Es cada vez más débil.
Me escabullo por el pasillo,
para poder continuar
para poder respirar, para aprender a
ponerle la cadena a la bicicleta.
Aunque a estas alturas cuando voy
por el segundo castillo de naipes derruido,
cuando había rellenado con argamasa las grietas,
vuelve a parecer el engorroso ensayo de una tragedia.
Mientras,
la bicicleta me espera para otro paseo mañana
aunque la canción que se cuela
sigilosa por las rendijas de la persiana
No es perfecta mas se acerca a lo que yo simplemente soñé.
me zarandea, camicace de ese casi perfecto casi mío
casi algo, casi
lo que podía querer, desintegrándome en moléculas
inservibles, pues ahora, cuando me miro al espejo
veo el vaho, yo
no estoy, me he escurrido por el agujero del desagüe.
Y llega un silencio que aplasta, un silencio
que me encierra de nuevo entre páginas
donde el dolor se controla
cerrando: desfiladeros de palabras
por los que andar de puntillas manteniendo el equilibrio
del diálogo constante
parecido al repiqueteo de unas campanas
monitorizadas pero ancestrales y he
llorado de ver amor
he llorado por cosas que suelo ignorar
por las distancias insalvables del mundo
por darme cuenta que hay dos clases de gente,
los que van a alguna parte y los que no van
a ninguna: epifanía
desde el silencio de la palabra guardada
de la que apunto para después
y ese después se pasa
y cuando la encuentro, necesita manual de instrucciones
y su silencio es riqueza
y me entero de que los interiores de Manderley
eran los mismos que los de Tara. Todos los hogares se licuan
toda la felicidad todo el miedo apelmazado entre las paredes
y me busco otra vez en el espejo y veo mi Manderley ardiendo
y no recuerdo si fue escenario. Hubo vida real ¿verdad?
Entonces, con la cadena bien puesta
empiezo a pedalear.